¡Al fin es viernes (un día menos en el camino hacia el fin del mundo)! Y además es puente. Aunque a ver, ¡los reto a que me digan qué es lo que se celebra la próxima semana! Y no, no es el inicio de la primaveral temporada reproductiva de los animales (presumidos... los animales).
Y como es viernes y es inicio de puente quiero escribir sobre algo trivial (la verdad es que lo hago por mi apellido pero me gusta justificarme sin que me lo pidan). Les cuento que estaba checando The Mirror (el diario británico especializado en noticias tan superfluas que hasta Paris Hilton lo lee) y me encontré con una nota entre curisoa y terrorifica (no, no se trata de Elba Esther, dudo que ella sea interés de los tabloides). Resulta que una pequeña aldea china (realmente fue en una ciudad llamada Beiliu, pero es que lo mío, lo mío es el ambiente campirano), en un día como cualquier otro, una abuelita de 95 años nada más no bajó a desayunar, lo que extrañó a su nieta y ésta al irla a buscar, se dio cuenta de que no respiraba. Asumió que había muerto e inmediatamente, junto con la familia empezaron los preparativos para el funeral de Li Xiufeng (así se llamaba la Sara García del relato de hoy). Para esto, según la tradición, el ataúd para la mujer debe permanecer en
la casa varios días antes del entierro para que los familiares y amigos echen el convivio agusto frente a la difunta.
Casi una semana después, un día antes de
que Xiufeng descansara ya eternamente debajo de la tierra, su nieta se
asomó al ataúd solo para encontrarlo vacío. El cadáver, cual Chapo Guzmán de la vista de las fuerzas federales, se había
esfumado. Aterrorizada, la nieta buscó ayuda entre
los vecinos, emprendiendo una búsqueda inmediata por los alrededores, que terminó cuando encontraron a la anciana en su
cocina, sentada en un banco, preparando la comida del día. “Dormí por mucho tiempo. Después de
despertar sentí mucha hambre y vine a cocinar algo para comer. Empujé
mucho la tapa antes de poder salir”, dijo Xiufeng (¡mi vidaaaa!, lo que uno hace cuando se tiene antojo de machaca con huevo).
De acuerdo con los médicos que la
examinaron luego del incidente, la mujer sufrió una muerte artificial
durante la cual se pierde el hálito pero la temperatura corporal se
mantiene. Sin embargo, paradójicamente, al no ser enterrada inmediatamente salvó la vida, tambiénse quedó sin perro que le ladrara, pues apenas una persona muere la costumbre obliga a
quemar sus pertenencias (¡hay que hacer una colecta!).
¿Cómo la ven? Por lo visto no sólo los juguetes chinoson efímeros, hasta la muerte termina siendo nomás por un ratito. Pero bueno, esto es para que no se quejen de sus días en la oficina o en la escuela y se den cuenta de que hay gente que tiene verdaderos problemas (¿¡eso qué?!). Que les sea leve el resto del día, disfruten su fin de semana largo y a ver si ahora sí cena Pancho (¡ay, de mí!).
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