Andrés Manuel sigue
duro y dale con el tema de que en el debate hubo distractores (y vaya
distractores, que hasta el candidato del PANAL por algunos segundo se olvidó de
donde estaba) y poca difusión, para favorecer a Peña Nieto. Concederé razón parcial
en cuanto a lo que también dice, asegurando que en los medios de comunicación,
la moneda está cargada a favor del priista. La verdad es que existen periódicos
(aunque pequeños, la verdad), sobre todo dirigidos a un sector de la sociedad
poco ilustrado en el que se lee que Peña arrasó brutalmente en el debate y
vamos, le fue bien, pero hay que poner todo en su justa dimensión.
Y hablando de
dimensionar todo como se debe, hay que decirle a AMLO que, contrario a lo que
él opina, este debate fue el que más difusión ha obtenido de todos los que se
han llevado a cabo desde 1994, pues más de 1300 medios lo transmitieron.
El candidato de las
izquierdas insiste también que los medios masivos de comunicación intentan
lograr, como Dios les da a entender, que Peña Nieto no debata y que cuando lo
haga no se le dé relevancia al debate. Y bueno, no sé ustedes, pero desde mi
perspectiva, si de algo se habla en todos lados desde el domingo en la noche,
es del debate, debate por aquí, debate por allá, debate por delante y debate
por detrás, así como la pelusa. Además de que, siendo objetivos, de los cuatro
candidatos, el que menos participó en la actividad propia de debatir fue el
mismo AMLO. Dejó las propuestas de lado, hizo referencias históricas que no
venían al caso y se vio lento como paquidermo. La verdad es que debería
agradecerle a la Segob por no haber solicitado la cadena nacional para la
transmisión del debate, ya que así menos gente observó su mal desempeño.
Sin embargo, López
Obrador lo sabe, sabe que lo hizo mal y tan lo sabe, que inmediatamente está
tratando de enmendar su error al dar un golpe de timón a su estrategia de
campaña, tal vez no drástico, pero que pudiera resultar decisivo si es que
quiere dejar a Josefina atrás en las preferencias electorales. Se trata de
llevarse a sus giras a los miembros de su gabinete, algunos presentándose aquí
y otros allá y es que, por supuesto, se ha dado cuenta que su imagen ya no
arrastra lo suficiente. Sus figuras AAA serán nada más y nada menos que los
probables secretarios de Gobernación y de Educación Pública, Marcelo Ebrard
(todavía Jefe de Gobierno del DF) y Juan Ramón de la Fuente (ex rector de la
UNAM). Estos hombres resultan ser un par de excelentes elementos que, más que
mero soporte de campaña, hubieran ellos resultado mucho mejores candidatos.
Pero bueno, quien por su gusto muere.
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