martes, 24 de abril de 2012

¿Fue Calderón una elección divina? (siéntanse libres de carcajear)


“El Estado soy yo”, sólo eso faltó que dijera Felipe “Milhouse” Calderón en el discurso (que más que discurso, por momentos parecía sermón dominical) que dio en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en Washington D.C. 

Para aquellos quienes se preguntan por qué lo digo, ahí les va la explicación. Pues resulta que nuestro H. capitán del barco, afirmó que la providencia (término teológico que indica la soberanía, la supervisión, la intervención o el conjunto de acciones activas de Dios en el socorro de los hombres) quiso ponerlo en la presidencia para que combatiera al crimen organizado (¡que me sirvan dos de lo que él estaba tomando!). O sea, ¡¿ahora resulta que también Dios pensó que López Obrador era un peligro para México?! Esos sí son debrayes y no pedazos.

Calderón se teletransportó (o lo que se fumó lo colocó en una dimensión alterna, yo que sé) y por un momento viajó al siglo XVIII y se sintió presidir alguna corte real europea, en los momentos que los reyes afirmaban (y lo peor de todo, la gente lo creía) que era la voluntad de Dios quien los colocaba en tan privilegiados puestos. Afortunadamente la gente ya no lo cree (bueno, habrá algún despistado) y por el contrario, se burla de quien se atreve a decirlo (y si no lo hacen, deberían, al menos de Felipe porque o lo que dice no tiene sentido alguno o “la divina providencia” está miope porque haberlo escogido precisamente a él no es de Dios).

Pero no sólo risa, sino pena me da la forma en que se expresó Calderón, sobre todo por la talla de los asistentes a la misa, digo, conferencia, entre quienes estaban los ex secretarios de Estado, Henry Kissinger y James Baker; la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde; y la Secretaria de Seguridad Interna de EU, Janet Napolitano. 

Calderón reconoció que se hablará de violencia y del crimen organizado cuando se repase su gobierno, aunque se justificó alegando que se puede observar un cambio en México al “aplicarse la ley” (aunque no se sabe de qué ley hablaba, si de la ley fuga, la ley marcial, la ley de “aquí mis chicharrones truenan). No cabe duda que el poder enloquece.

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