Quiero que alguien me diga quién
le jaló las orejas a Vicente Fox, porque lo que hizo ayer en Monterrey sólo
pudo ser producto de dos coas: a) una cagotiza tremenda de alguien muy picudo;
o b) demencia senil. Yo prefiero darle el beneficio de la duda al presichente y
me decanto por la primera opción.
Pero, ¿qué fue lo que hizo
Vicente el día de ayer, me preguntan? Pues les cuento. Resulta que el ex
mandatario y la candidata presidencial se reunieron en el Hotel Intercontinental
de Monterrey (en uno de los salones, no piensen mal) y todo parece indicar que
ahí adentro sucedió uno de los tantos milagros que el panismo espera que se
cumplan a lo largo de esta campaña electoral.
Después de que Fox afirmara en
días anteriores que sólo un milagrito lograría que Josefina ganara la
presidencia, ayer no sólo hizo las paces con ella sino que la llamó “mi
Presidenta” y besó galantemente su mano (aunque sabiendo cómo se las gasta el guanajuatense, ese beso más que respeto y
admiración, seguramente representó el beso de Judas que terminará por hundir a
la panista… sí, soy melodramático, ¿y?).
Vicente aseguró (en conferencia
de prensa después de la reunión) que es panista, que tiene convicciones y que
va a estar a su lado en todo lo que pueda colaborar con ella. "Cuentan
conmigo incondicionalmente y espero que México se beneficie con tu triunfo, con
tu entrega, con tu talento. Con el futuro que nos vas a regalar", dijo.
Ok, creo que sí podría ser demencia senil después de todo.
Sin embargo, dudo mucho que a
estas alturas del partido a alguien se deje influenciar por lo que diga o haga
Vicente, su credibilidad como administrador y figura pública no se encuentra en
el mejor de los momentos por lo que, tal vez, mantenerlo alejadito le hubiera
funcionado mejor a la panista. Allá ellos y sus chanchullos.
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